Hace tiempo que intento, primero, explicarme, y
después explicarlo, que [sin]quererlo, [sin]darnos cuenta, hasta incluso,
[in]conscientemente, estamos jugando el juego con el reglamento del (los)
dueño(s) del mismo juego.
Porque,
digo, en mi ciudad (como en muchísimas otras) hay un problema grave en derredor
de la tierra. Escasea el espacio físico, ergo, las autoridades no llegan a
cubrir la demanda de vivienda digna para la población necesitada. ¡Qué loco,
“demanda de vivienda digna”! Oferta y demanda: artículo 2 del Reglamento
(el 1 es: este reglamento se aplicará contra viento y marea). Entonces salimos
todos y levantamos una sencilla casa en ese espacio que sabemos de nadie y por
ende de todos. Las autoridades se calzan el uniforme azul o verde (da lo mismo,
el que tengan más a mano) y persuasivamente nos invitan a retirarnos del lugar
ocupado (en mi ciudad hay un agregado bochornoso: el Intendente cuenta
con una policía privada disfrazada de Cooperativa de Trabajo que no deja entrar
a nadie que no sea del lugar y si te descuidas, te desarma la casa y entonces
no te deja entrar al barrio porque ya no sos del lugar. Los sutiles golpes de
cachiporra del siglo XXI).
Entonces
digo “que soretes”, para desmentirme antes de que me peguen y darme cuenta que
no son soretes y sí somos nosotros boludos porque aceptamos sus reglas dejuego. Si amigas y amigos, aceptamos sus reglas de juego, aceptamos el
artículo 17 de nuestra constitución y defendemos la propiedad privada, baluarte
y sostén de la revolución burguesa. Porque al reivindicar ese espacio de tierra
para levantar mi casa, estoy reivindicando el concepto de propiedad privada
(que ahora va ser un concepto benévolo porque la propiedad privada es mía) y
les estoy dando en la reivindicación el mismo argumento para que me echen como
a un perro. Nuestro Código Civil es tributario de la revolución burguesa y en
su artículo 2342, inc. 1 dice: “Son bienes privados del Estado general o de los
estados particulares: 1 - Todas las
tierras que estando situadas dentro de los límites territoriales de la
República, carecen de otro dueño.”
Como
nunca fui bueno para hacerme entender, cada vez que planteo este dilema recibo
abucheos, escupitajos y algún que otro tomate que se parte en mi cabeza (luegorecogido sus pedazos –del tomate, mi cabeza no alimenta- por algún freegano).
Pero
llega un espectro del ciberespacio, un fantasma virtual, que abre su Caja de
Goma y me dice –aunque no sepa que me lo dice a mí, o tal vez, si sepa- que “La
mayoría de las personas, más allá de su ideología y su militancia, conspiran en
favor del capital” (Caja de Goma Asociación Civil, recomiendo la lectura
de este blog) y me la hace tan simple que me humillo ante esa síntesis.
Está
bien. Estarán pensando que el Estado no debe tener tierra ociosa cuando hay
necesidad de viviendas. Si, es cierto; tan cierto como que mientras sigamos
pidiendo la “Propiedad” –con mayúscula, aclaro por si no se ve- de esa tierra,
el Estado nos va a seguir contestando con su “Propiedad”.
¿No
será hora de repensar el contenido conceptual de los derechos que
reivindicamos? ¿No será hora de aceptar que los derechos que nos ufanamos en
defender fueron concebidos por la burguesía?
La
Carta Magna, emblema de la libertad individual, fue sustraída al monarca inglés
por miembros de la nobleza que competían en poder y riqueza con aquel. El
Tercer Estado de la Revolución Francesa, no estaba compuesto por campesinos o
siervos de la gleba; lo componían comerciantes, profesionales y nobles de menor
rango. La representación de las minorías que nos legó la constitución
norteamericana, era la representación de los hacendados y algunos comerciantes
frente a los capitales que representaban el poder de la metrópolis, y no de la
gran mayoría del pueblo, peones rurales explotados cuando no esclavos.
Ya
sé que con el tiempo nos fuimos beneficiando con ese catálogo de derechos y que
por algo se debe empezar. Pero seguimos aceitando los mecanismos del
capitalismo (“La mayoría de las personas,más allá de su ideología y su militancia, conspiran en favor del capital”,
no me voy a cansar de ese poder de síntesis).
Comencemos
a repensar socialmente los derechos. Estamos a tiempo.
Si
no se enojaron los veo la semana que viene.
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