Donde la humanidad tiene sus
orígenes
La mesa de café, ese claustro de la Universidad de
la Calle que ha graduado excelsos pensadores; poetas de sensibilidad profunda;
tahúres del amor y vendedores de estampitas.
Ese lugar abierto a las grandes discusiones
filosóficas (donde se produjo el desenmascaramiento de Platón como el primero
en utilizar la técnica de cortar y pegar); ese espacio desde donde se han
armado las mejores selecciones de fútbol (aunque nunca la AFA le prestó
atención); ese reducto íntimo que ha dado los mejores ministros de economía
(que nunca pudieron ejercer su ministerio más allá del pocillo de café) y por qué no, ese mundo minimalista donde la
mujer es objeto de veneración y reduccionismo, pero por sobre todas las cosas,
de deseo.
Siempre fui de la idea que la mesa de café debe ser
una política de estado, aunque no llego al extremo del Bocha Forgués que
proponía la creación de un Ministerio de Bares, Tabernas y Afines. Pero si una
obligación, como el ir a votar; desde los 18 años y hasta los 70 años debe ser
obligación para todo hombre reunirse, al menos una vez a la semana, con sus
pares en una mesa de café (en épocas de voto igualitario y para evitar ser
denunciado por discriminación, esta obligación se podría extender a las
mujeres, pero como ámbito de reunión la peluquería). Así uno puede descargar
tensiones, compartir éxitos, mancomunarse en esa desilusión por la derrota del
equipo de los amores y volver a casa descargado, libre de toda angustia y
saborear sin rencor el guiso con poco condimento que la patrona preparó (sepan
las mujeres que un guiso con poco condimento si no lleva al matrimonicidio como
medida extrema, es causal de nulidad del matrimonio).
Y bueno, así la cosa, volví a la mesa de café
buscando a los viejos partisanos del bagaje cultural ciudadano. Como mi amigo
Polo para quién el año ya está perdido cuando febrero entra en sus últimos
días; o el flaco Aureliano (del que nunca supimos su apellido pero lo
bautizamos Buendía como el coronel de Cien años de soledad, por su educación y
amabilidad que siempre lo llevaba a saludar con un “buen día” sin importarle si
se trataba del día, la tarde o la noche) que descubrió a partir de una agudizada
técnica auditiva que son diferentes el taconeo de una mujer biológica al de
otra por género e intenta vender sus conocimientos a éstas últimas para que
logren un mayor grado de expresión corporal femenina. Reencontrarme, también, con
el profesor Autunez, quién sostiene que es muy difícil para la mujer
sobrellevar su belleza natural y que es nuestra obligación hacerle más liviana
esa carga mediante la delicadeza del piropo idílico (suponemos que su altruismo
don juanesco es un escapismo a su mal agraciada figura).
Eso es lo que tiene la mesa de café y por lo que no debemos
perderla. Es esa filosofía barata y zapatos de goma que nos hace ver la vida
con ojos diferentes; que nos permite encontrar la respuesta adecuada a cada
interrogatorio existencial. Porque,
créanlo o no, ese adminículo de madera, cuadrado, con cuatro patas, es el
confesionario secular de nuestra era y es en donde no falta aquel, que como el
petiso Gómez o Gomecito para no ser tan hiriente, hace las veces de párroco
civil que te escucha y te da una palabra de ayuda, de aliento; aunque Gómez no
se caracterice por ser profundo y mucho menos sutil (el manco lo apodamos por
su falta de tacto).
Y si, volví a la mesa de café con la expectativa del
reencuentro con esos filántropos intelectuales…pero me encontré solamente con
el sordo Gutiérrez.
--Los demás vienen muy poco y de vez en cuando, me
dijo y continuó en un tono amargado, es que las cosas cambiaron, Golber, ya no
es como antes. Fíjese, mire el mobiliario, esto parece más una casa de
decoraciones que un bar; hasta las picadas nos llevaron, ahora son tablas, vio,
tabla de frutos del mar, tabla de fiambres patagónicos, tabla la doncella
escondida y que se yo. Ni fumar podemos. Sin ir más lejos, el otro día cuando
Gomecito le decía al tordo Martorello que debía fundar la defensa del Ricardito
en que el Gitano ese se lo merecía por ser un hijo de puta, vino el mozo y le
pidió que no hablara más en esos términos porque a las señoras de al lado les
molestaba. ¿Y qué tenían que hacer esas señoras en el bar, pregunto yo?, me
dijo indignado. Pero está bien, se auto respondió. Es culpa nuestra. Le dimos
la llave de la camioneta; las dejamos entrar a las canchas de fútbol y ahora,
hasta de fútbol hablan; nos están robando el patriarcado del asado y ya ni nos
consultan que corte de carne deben comprar. De todo eso a desalojarnos del bar
quedaba muy poco tiempo. ¿Sabe que, Golber? Son todas unas crusti.
A pesar de la angustiante realidad que me pintó el
sordo Gutiérrez volví contento a mi casa porque me traje una nueva máxima
ciudadana: las mujeres son todas unas crusti, por crustáceo, vieron, animales
artrópodos de respiración branquial, con dos pares de antenas, cubiertos por un
caparazón generalmente calcificado, y que tienen un número variable de
apéndices. En criollo, animales de concha dura.
Le cuento Golber que como fémina rosarina y repatriada en estas tierras fueguinas, extraño el café (a veces ristretto a veces quemado) del bar de la esquina de mi casa natal, pero más extraño compartirlo con mis dos amigas del alma, que lejos de ser una charla de peluquería siempre fue ese punto de encuentro filosófico existencial para una buena catarsis. Le diculpo la misoginia extrema y considerándome un animal conchudo jamás duro, déjeme con un buen café y un atado de marlboro antes que una cena gourmet. Siga así y recordemos al negro Fontanarrosa que su alma recorre tanto el viejo Cairo como La Sede.
ResponderEliminarMi querida amiga. De eso se trata este Ciclo Charlas de Café: como bien usted lo dice, ese "punto de encuentro filosófico existencial para una buena catarsis". Y baya si se hace catarsis. Pero no se confunda, no soy misógino. En una próxima Carlas de Café haremos un reconto de algunas idioteces de los hombres.
ResponderEliminarme encantara tomarme un cafe contigo profesor golber y oir un buen recuento de esas muchas estupideces de los hombres, espero la invitacion, saludos y besos--- Carmen
EliminarCarmen, hay una idiología suburbana que los hombres solemos desarrollar. Será un placer contártela. En Charlas de Café, Quinta Entrega, encontrarás una visibilidad mayor de nuestras estupideces. Tomo la posta y el café está invitado.
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