En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

lunes, 30 de julio de 2012

GOLBER EN EL BAR DEL INFIERNO


Intenté comunicarme con Dolina (telepáticamente) y no pude.
No creo que se enoje por usar el nombre, él nos ha invitado a todos a entrar a su bar del infierno.
Encualquier bar sucede que entre los parroquianos algunos nos conocemos y tenemos afinidad; otros simplemente nos conocemos (de vista, como se dice) y entre otros ni si quiera nos conocemos, ni sabemos quiénes somos.
Entre los que tenemos afinidad y, en algunas oportunidades, incluso, con los que apenas nos conocemos, sucede que compartimos la mesa (para qué existen los bares si no es para compartir la mesa, con lo que eso significa). Obviamente, entre los que no nos conocemos, nunca compartimos la misma mesa (no porque nos odiemos, simplemente por no conocernos).
Puede suceder que entre los que compartimos la mesa, en alguna oportunidad –por esos designios de días malditos- alguno tenga un problema personal con otro (alguna discusión; o no le cae bien –cuestión de piel o de historia personal-; etc.), entonces tiene la opción de levantarse de la mesa (o no se sienta) para no compartir ese momento tan grato con el problemático. Nunca sucedió (estoy totalmente seguro porque revisé la Enciclopedia Mundial de Bares -117 tomos, pero vale la pena el 1 y 2) que el parroquiano que no quiere compartir la mesa con el otro le haya dicho al dueño (o encargado, con esto de las multinacionales, muchos bares perdieron a sus dueños) que le prohíba la entrada a este; o, que dejándolo entrar, le prohíba conversar con el resto de los comensales.
La verdad que sería una locura que suceda esto.
Bien. Existe un gran bar, inmenso; se podría decir que su superficie abarca prácticamente la totalidad del planeta (urbanizado… tampoco se la vamos a hacer creer tanto).
Ese gran bar es o son las redes sociales; ese gran bar es google+.
En él, nos conocemos entre algunos; entre otros hemos entablado una relación de afinidad (charlando vía chat o compartiendo cosas, etc.) y otros no sabemos ni quienes somos el uno y el otro.
Puede suceder, también, que alguno, algunos o varios, se ofenda con lo compartido por otro.
¿Entonces? ¿Nos levantamos de la mesa para no compartirla (que sería a través del bloqueo de ese contacto)?
NO. El dueño del bar (google+) no lo deja entrar más al recinto; lo convierte en un paria del ciber espacio (me queda una duda: que pasa con la pluralidad para con el resto: porque, el/los ofendido/s no es/son el todo).
Escribo esto (y espero que quién lo lea, lo levante y lo comparta en la red) porque al suscripto, El Profesor Golber, le suspendieron el perfil y, obviamente, solo puedo leer y no compartir ni contestar a nadie ni agregar contactos (que hay varios pendientes).
Sostiene el dueño del bar (google+) que mi nombre no se compadece con su política de nombres; me pide datos adicionales (se los doy) para corroborar no se qué (si soy humano, se me ocurre). Pero el perfil sigue suspendido. En el se podía leer que nací en Rosario, que actualmente vivo en Ushuaia, si se saca cuentas (incluso con los dedos) se deduce que tengo 41 años (nacido el 16/10/70), que Golber es el nombre de un personaje que hago en un programa de radio desde hace 4 años (Autógenos de Acá –viernes de 20 a 21 hs argentinas- http://www.ustream.tv/channel/radio-activa-ushuaia), que La Columna Torcida de Golber nació en una revista local: Periódico Kuanip, etc., etc.
Claro, ese perfil no dice que por partida de nacimiento me llamo Rodrigo Guidi (un sujeto que hace un programa de radio hace 4 años, que escribe en Kuanip, que tiene 41 años –nació igual que Golber (o al revés)- y que es profesor (o algo así). Muchos con los que tengo afinidad (con los que chateo, me escribo mail, etc.) saben que Rodrigo es Golber o que Golber es Rodrigo, incluso, algunos, saben que ejerzo como abogado (por eso de transpirar el cuerpo para conseguir el pan).
Entré a revisar mis contactos y me encuentro con muchos nombres que, en el mismo sentido, violaría la política de nombres y me pregunté, por ejemplo, si Juan esun nombre (Golber es un nombre); aún siendo Juan un nombre, me pregunté si Juan es Juan… entonces llego a una conclusión: las redes sociales son un calco de nuestras vidas diarias donde hay envidias, celos, intransigencia, pluralismo de la boca para afuera y etc., etc., etc., etc.
Estimado/a lector/a, tome esta entrada como una catarsis personal de Golber/Rodrigo; pero reflexionemos al respecto: cuando digo que el otro está equivocado, estoy erigiendo mi posición como absoluta, al menos única… y la realidad es que nadie esta equivocado y nadie está acertado: todos somos pequeñas dudas que juntas hacemos la Gran Duda: la vida.
Gracias al bar (google+) porque en sus mesas conocí a Revista Perfiles (del Estado de Nayarit, México) que reproduce las entradas; a los amigos de ADNCreadores que reproducen y además les escribo inéditos a ellos (la entrada de más abajo es un cuento sobre fútbol para ADNCreadores); a la Asociación Civil Caja de Goma que me permitió asociarme; a los entrañables uruguayos de Laberinto Social, a Silvia Gallo del blog Gente 2 Gente y muchos más con los que hemos compartido e intercambiado ideas.
No me interesa el estrellato, pero si quieren acompañarme con alguna palabra de aliento (pueden insultar, también) me lo hacen saber a lacolumnadegolber@gmail.com o rodrigo_guidi@yahoo.es
Un beso para todos. 

domingo, 29 de julio de 2012

RELATOS DE FÚTBOL Y OTRAS COSAS…


El gringo Tornich


La noticia saltó anoche en radio, te cuento. Y como todas las noticias con un trasfondo escabroso, se extendió rápidamente por todos los ámbitos futboleros y no futboleros, ávidos estos últimos de escándalos con los que dañar la ya de por sí dañada imagen de un deporte que cada vez tiene menos de deporte y más de negocio. Parece, te digo, que el afamado centre forward del arrollador San Palomino de Laverni -equipo que disputara 17 veces la final de copa sin ganarla nunca- el gringo Tornich, ¿te acordás?, fue denunciado ante el Fiscal de turno por falsedad ideológica de documento público. Si se comprueba el delito, el gringo Tornich, sufriría la máxima sanción penal. Ahora, como hay gente mala, y vos sabés que sí las hay, ya empezó la carroña y la prensa mal intencionada, ávida de escándalos, ya está diciendo que esto es una cortina de humo para tapar otros problemas del San Palomino, ya que toda vez que al gringo se le dio un penal, el solito se encargó de malograrlo.
Escuchá bien, que te cuento. Cuando el gringo llegó al clú hace algunos años atrás, inmediatamente todos supimos que era un jugador que prometía: prometía jugar el fin de semana, prometía ir a los entrenamientos, prometía bañarse. Lo que nunca nos imaginamos o tal vez no quisimos ver, obnubilados por su endiablada gambeta inconducente que le acarreaba los insultos de la tribuna, es que tan lejos podía llegar. Y fue bastante, te digo: es el centre forward que más off side le han cobrado en la historia del clú.
Yo se que se le puede criticar su extravagancia en el juego, que más de una vez nos ha dejado perplejos en el tablón al no encontrar insulto que comprendiera su accionar; como aquella vez –te acordás- que se fracturó el mentón al arrojarse en palomita tras un centro al rastrón del wing derecho. Pero ¡ojo!, nunca, nadie, podrá negar que es un jugador de los que le gusta a la barra; que es un tipo siempre atento a las sugerencias que los muchachos le hacíamos y que siempre estuvo dispuesto a colaborar con el sostenimiento económico del grupo que seguimos al clú a donde fuera.
El gringo Tornich tiene esas cosas. Vos sabés. De a momentos balancea su cintura, de un lado al otro, cruza su pierna derecha de adentro hacia fuera por encima del esférico y sale jugando por el lado contrario al que había amagado, desprendiendo virutas de césped y generando el clamor de las gargantas apasionadas en ese grito de guerra futbolístico que es el ¡ooolee!; para después comprarse todos los boletos a la concha de su madre porque el tarado se enreda con la pelota y cae simulando ser un bicho bolita que rueda hasta los confines de la vergüenza. El gringo Tornich tiene esas cosas; no me lo niegues.
Ahora, nunca, jamás, vamos a permitir que lo traten de delincuente. No vamos a negar, tampoco, que robó algunos años en el clú. Pero que jugador de su trayectoria no lo hace. Tampoco nos rasguemos las vestiduras, cuando Lothar Matthäus terminó jugando de zaguero central para facturar unos años más. Decí cualquier cosa, menos que el gringo Tornich sea un delincuente.
Ahora viene la cosa, y por eso te digo que la prensa es mal intencionada. Su desgracia empezó cuando a Yuseppe Portaluppi, presidente del clú, viste, se le ocurrió la genial idea de que la voz del estadio leyera, antes de cada match, la formación inicial del equipo, el 11 inicial como dicen ahora. La intención de Yuseppe era que el público, rebosante de alegría, aplaudiera y ovacionara uno por uno a los gladiadores del San Palomino de Laverni. Nunca imaginó –o sí, no sé- que estaba cavando la tumba al gringo Tornich, que con su lectura de la formación abría las puertas del cadalso para este nueve generador de odios y amores.
Así comenzó su derrotero que lo llevaría hasta el perchero del vestuario y, ahí, colgar sus botines como insignia de la derrota.
Aquel día fatídico la voz del estadio cumplió su mandato. “Estos son los 11 jugadores que enfrentarán al Deportivo Buen Orden” y lanzó como ráfaga los 11 apellidos: “Giardanelli, Sabatella, Peppino el payaso y Croccianelli; Daponte Guidi y Nacionale; Giuliano, Tessandori, Mastrogiussepe y el gringo Tornich”. Las ovaciones callaron súbitamente. El silencio se hizo espeso hasta que una spika, con sus pilas incluidas, pegó de lleno en el rostro del gringo Tornich y lo dejó tirado en el verde césped con los brazos extendidos en cruz; aturdido más por la voz del relator que seguía saliendo de la radio que por el golpe. Y el desastre se desencadenó en la popular. No hubo forma de pararlo. Y no era para menos, te digo.
De golpe se cubrió el cielo con una lluvia de piedras, cascotes, te diría, que caían en el rectángulo deportivo. Y la lluvia, viste que si es de verano, es traicionera; se transformó en tormenta y se empezaron a mezclar con las piedras los cilindros de rollos de papel de la máquina calculadora, algunos para avalanchas y el petiso Gómez que fue usado como lanza (sabés que al petiso, por su flexibilidad, siempre lo utilizamos como objeto de arroje. Además, años en esta práctica, le dieron la habilidad de direccionar su vuelo hacia el objetivo aunque este zigzagueara en la huida).  
Y bueno. La bataola ya estaba en marcha y como hacés para parar a la masa cuando está enardecida. Ni la montada la para. Ahora, de verdad verdadera y siendo sincero, habría que matarlo a ese hijoputa. No nos podía hacer esto. Mirá que le perdonamos toda, pero esto no. Lo perdonamos aquella vez que solito en el área chica, arco desguarnecido, le pegó andá saber con qué, con el talón, no sé, y la tiró por arriba del horizontal, dejándonos con la ilusión de otro campeonato que se nos escapaba. ¡Eso le perdonamos! Pero esto, jamás. Es que, cuando se dio la formación del equipo, ahí caímos todos en la cuenta. Escuchá, escuchá: “Giardanelli, Sabatella, Peppino  y Croccianelli; Daponte Guidi y Nacionale; Giuliano, Tessandori, Mastrogiussepe y el gringo Tornich.” ¡¿Te das cuenta?! Ahí nos dimos cuenta. El gringo no es gringo, es austríaco. Claro, la emoción porque el clú compraba al gringo Tornich, que venía de Sporting Bombal, no nos dejó ver que en el campo le dicen gringo a todo extranjero que habla otro idioma distinto al castellano y sus papás venían de Friesach, un pueblito al sur de Austria. El gringo, que es austríaco, deshonraba la memoria de los fundadores del clú que querían un equipo de la comunidad italiana, y no de gringos truchos.
Todo fue de mal en peor. Viste que toda gresca nos iguala, nos emparenta; en el medio de la belicosidad no hay clases sociales ni ideología (ves, esto es algo que la sociología debería analizar), somos todos uno unidos por el blanco elegido. Pero bueno, cuando la solidaridad es ficticia no pasa mucho tiempo para que se rompa. Como toda alianza forzada, en la popular comenzaron a aparecer voces disidentes, manos disidentes, diría yo, que dejaron de arrojar objetos y petisos contra la humanidad del gringo Tornich –que para esa altura sangraba por los cuatro puntos cardinales producto de la certera puntería de los muchachos- y trajeron sobre tablas viejos odios y rencores entre las dos facciones de la hinchada.
Dos muertos y 43 detenidos, todos del lado del bando del gordo Gianfranco. Entre los detenidos está el gordo y de esta seguro que no zafa; yo le calculo entre quince o veinte que le bajan. Y bueno, en el fondo, hay que agradecerle al gringo Tornich, porque si no hubiera sido por su truchada no nos hubiéramos sacado de encima a la bandita del gordo, que tanto mal le hacía al clú. 
Después la prensa cipaya se encargó de desvirtuar lo sucedido. Tiraron mentiras a diestra y siniestra; dijeron que nosotros sabíamos que el gringo no era gringo; que Tornich no valía un millón de dólares; que el clú no tenía esa plata y que la había puesto un cogotudo para blanquear sus ingresos. Llegaron a decir, los irresponsables, que parte de esa guita fue usada para armarnos y que nosotros –mirá lo que dijeron- formamos una especie de guardia imperial del cogotudo. Fijate hasta donde llegaron, decime con que cara miro a mis hijos; son unos irresponsables, está bien que algunas veces que él no los pidió, le dimos una mano; pero de ahí a que somos sus matones, es mucho, es mucho.
Ahora, como te digo una cosa, te digo la otra, también, eh. El gordo tenía los días contados y Tornich fue la excusa perfecta, nos vino como anillo al dedo. Después para él se aclaró todo, nunca mintió ni había fraguado su partida de nacimiento. Pero el fútbol tiene esas cosas: a veces hay que sacrificarse por el clú.

lunes, 23 de julio de 2012

SINCERICIDIO

Hace tiempo que intento, primero, explicarme, y después explicarlo, que [sin]quererlo, [sin]darnos cuenta, hasta incluso, [in]conscientemente, estamos jugando el juego con el reglamento del (los) dueño(s) del mismo juego.


Porque, digo, en mi ciudad (como en muchísimas otras) hay un problema grave en derredor de la tierra. Escasea el espacio físico, ergo, las autoridades no llegan a cubrir la demanda de vivienda digna para la población necesitada. ¡Qué loco, “demanda de vivienda digna”! Oferta y demanda: artículo 2 del Reglamento (el 1 es: este reglamento se aplicará contra viento y marea). Entonces salimos todos y levantamos una sencilla casa en ese espacio que sabemos de nadie y por ende de todos. Las autoridades se calzan el uniforme azul o verde (da lo mismo, el que tengan más a mano) y persuasivamente nos invitan a retirarnos del lugar ocupado (en mi ciudad hay un agregado bochornoso: el Intendente cuenta con una policía privada disfrazada de Cooperativa de Trabajo que no deja entrar a nadie que no sea del lugar y si te descuidas, te desarma la casa y entonces no te deja entrar al barrio porque ya no sos del lugar. Los sutiles golpes de cachiporra del siglo XXI).
Entonces digo “que soretes”, para desmentirme antes de que me peguen y darme cuenta que no son soretes y sí somos nosotros boludos porque aceptamos sus reglas dejuego. Si amigas y amigos, aceptamos sus reglas de juego, aceptamos el artículo 17 de nuestra constitución y defendemos la propiedad privada, baluarte y sostén de la revolución burguesa. Porque al reivindicar ese espacio de tierra para levantar mi casa, estoy reivindicando el concepto de propiedad privada (que ahora va ser un concepto benévolo porque la propiedad privada es mía) y les estoy dando en la reivindicación el mismo argumento para que me echen como a un perro. Nuestro Código Civil es tributario de la revolución burguesa y en su artículo 2342, inc. 1 dice: “Son bienes privados del Estado general o de los estados particulares: 1 - Todas las tierras que estando situadas dentro de los límites territoriales de la República, carecen de otro dueño.”
Como nunca fui bueno para hacerme entender, cada vez que planteo este dilema recibo abucheos, escupitajos y algún que otro tomate que se parte en mi cabeza (luegorecogido sus pedazos –del tomate, mi cabeza no alimenta- por algún freegano).
Pero llega un espectro del ciberespacio, un fantasma virtual, que abre su Caja de Goma y me dice –aunque no sepa que me lo dice a mí, o tal vez, si sepa- que “La mayoría de las personas, más allá de su ideología y su militancia, conspiran en favor del capital” (Caja de Goma Asociación Civil, recomiendo la lectura de este blog) y me la hace tan simple que me humillo ante esa síntesis.
Está bien. Estarán pensando que el Estado no debe tener tierra ociosa cuando hay necesidad de viviendas. Si, es cierto; tan cierto como que mientras sigamos pidiendo la “Propiedad” –con mayúscula, aclaro por si no se ve- de esa tierra, el Estado nos va a seguir contestando con su “Propiedad”.
¿No será hora de repensar el contenido conceptual de los derechos que reivindicamos? ¿No será hora de aceptar que los derechos que nos ufanamos en defender fueron concebidos por la burguesía?
La Carta Magna, emblema de la libertad individual, fue sustraída al monarca inglés por miembros de la nobleza que competían en poder y riqueza con aquel. El Tercer Estado de la Revolución Francesa, no estaba compuesto por campesinos o siervos de la gleba; lo componían comerciantes, profesionales y nobles de menor rango. La representación de las minorías que nos legó la constitución norteamericana, era la representación de los hacendados y algunos comerciantes frente a los capitales que representaban el poder de la metrópolis, y no de la gran mayoría del pueblo, peones rurales explotados cuando no esclavos.
Ya sé que con el tiempo nos fuimos beneficiando con ese catálogo de derechos y que por algo se debe empezar. Pero seguimos aceitando los mecanismos del capitalismo (La mayoría de las personas,más allá de su ideología y su militancia, conspiran en favor del capital”, no me voy a cansar de ese poder de síntesis).
Comencemos a repensar socialmente los derechos. Estamos a tiempo.
Si no se enojaron los veo la semana que viene.

lunes, 16 de julio de 2012

LAS REDES DEL PESCADOR

Agencia de Noticias DyN Martin: Abordado por la prensa mientras cruzaba la Plaza San Pedro, el vocero de Facebook confirmó su intención de comprar la Iglesia Católica. “Ahora que cotizamos en bolsa –manifestó- ofrecimos al Papa comprarle la Iglesia Católica Apostólica Romana a cambio de un número considerable de nuestras acciones. Si bien aún no ha habido respuesta, el Papa se comprometió a analizar la propuesta.”
Si la transacción se realiza, será la primera vez que una burbuja de la informática se consolida a futuro comprando una de las burbujas más sólidas que ha sobrevivido 2000 años a pesar de varios crash que tiene en su haber. “De esta manera –se informó- la religión será más sencilla y divertida y la grey católica podrá contar con los sacramentos on line, pudiendo comulgar, confesar sus pecados y recibir la absolución, todo sin salir de casa y con solo escribir en el muro católico. Además, con un simple ‘me gusta’ podrá seguir al santo de su devoción u obtener la bendición que desee de un listado.”
El acuerdo le daría a Facebook derechos electrónicos exclusivos sobre la Biblia y la colección de arte del Vaticano, más el manejo de un poder económico incalculable. A cambio, la Iglesia Católica expandiría su prédica a un mercado de usuarios de mil millones de personas, algo así como hacer pie en el tercer país más poblado (después de China e India).
Ya empiezan a alzarse voces en contra de esta posible compra. Mónica Galindo (que se hiciera famosa por las cargadas que recibe por su nombre), actual CEO de otra importante red social, ha manifestado: “Esto, a nosotros, no nos perjudica. Todos saben que la red azul y blanca solo tiene un mayor éxito en mercadotecnia y ha logrado venderse a una mayor audiencia en razón de una competencia agresiva, liderando cruzadas para presionar a las personas a actualizarse en sus contenidos y otorgando permisos exclusivos a grupos aunque no planeen usarlos. ¡Epa! Que coincidencia con la Iglesia Católica, terminó manifestando la CEO.”
 Fue entonces cuando desperté.
Hace unos días (en realidad, noches) vengo teniendo sueños raros, horribles. Pesadillas diría. Es que cada vez que logro conciliar el sueño, merced a una aguda técnica en mediación que utilizo para doblegar a Morfeo y entro candorosamente a esa liviandad somnolienta, el tipo –Morfeo- que no es ningún gil, me dispara una sarta de imágenes incoherentes y sin sentido que me desvelan hasta que vuelvo a negociar la paz de almohada. Sin ir más lejos, el otro día, bueno, la otra noche, perdón; entré en un estado de desesperación incontrolable al ser hostigado por un grupo de ovejas inadaptadas que, cansadas de saltar el cerco a la espera de que me duerma, decidieron por unanimidad atentar contra mi humanidad y al balido de “sos boleta, Golber” trenzaban sus propias lanas para enlazarme. Corriendo como se puede correr en los sueños, donde la atmósfera del perseguido siempre es más espesa y compleja que la del perseguidor, zafé gracias a un montón de personas que me invitaban a ingresar a una Villa tipo medio evo; no sin antes percatarme que las ovejas habían desaparecido y su lugar en la persecución lo habían tomado unas cuantas manos con el pulgar hacia arriba, como felicitándome.
Como se darán cuenta no puedo seguir así. Me contacté con mi terapeuta quién, con su perfil de barba y pipa, me dijo:
-Golber, no le haga caso a todo lo que lee.
-Pero no leo nada, licenciado, sueño. Si quisiera interpretar una lectura me podrían a buscar a la Profesora Rosarito que me dio literatura en la secundaria. Pero no. Lo busqué a usted que es especialista en sueños.
-Bueno, cálmese. Sus sueños son solo ideas que transcurren más allá de su conciencia.
-Muy buena definición. Pero es una locura soñar que Facebook compra la iglesia.
-No señor. Para nada Golber, no es ninguna locura. Además, por lo que usted me dice que soñó, todavía no se habría efectivizado la compra. Estarían en tratativas preliminares. Así que por ahora no se preocupe y siga yendo a la parroquia. Y dígame, ¿tiene algún otro sueño que lo incomode?
-Sí, licenciado; soñé con unas ovejas que me perseguían.
-¿Y cómo es eso? ¿Me lo cuenta?
-No me haga revivir un momento estresante. Ya lo escribí en mi actualización de estado. Léalo por favor.
-Si, si. Lo estoy leyendo. Buena la descripción; linda la foto. Veamos: la cosa (en este caso ovejas) que nos persigue suele representar un aspecto temible de nuestra sombra y, por tanto, una versión exagerada de una parte negada o inhibida de nuestra propia personalidad. Golber, ¿pensó en alguna necesidad suya reprimida?
-Salvo, en este momento, la de mixionar, no tengo ninguna otra.
-Aparte de su necesidad fisiológica, piense bien Golber, no hay algo que quisiera.
-Pensándolo bien, sí. Quiero ser como Roberto Carlos y tener un millón de amigos.
-Vio que siempre hay algo. ¿Y cuántos tiene?
-11.672 y un enano de jardín que me tocó en la galleta de la fortuna.
-Eso es bueno; yo apenas llego a la mitad de los suyos y nunca tuve suerte con la galleta. ¿Y dígame, es lindo el enano?
-Imagínese: pelo y barba blanca; bonete amarillo igual que el pantalón; zapatitos chiquititos de enano, color negro; remera azul y una chaqueta roja. Una pinturita.
-Me gusta.
-Cuando lo mostré a muchos le gustó. Son lindos los enanos de jardín. Pero no nos desviemos del tema, licenciado; me preocupan mis sueños.
-Sí, claro, por su puesto…
(Continuará…)

martes, 10 de julio de 2012

WASHINGTON ALBORNOZ


Comenzamos a transitar el mes de la Independencia. El país cumple este 9 de julio 196 años libre y soberano (agarrámela con la mano, gritan a coro varias multinacionales).
Superado el mal momento ante los cánticos maleducados de las insurrectas multinacionales, vamos a dedicar este espacio a aquellos hombres de bien que hicieron posible aquella utopía –hoy nuestra realidad- de una nación independiente.
Vamos a rescatar de los oscuros laberintos del tiempo a esos personajes que han dejado huellas imborrables en nuestra historia política; que con su accionar abrieron el paso hacia nuestra dignidad soberana; pero que por esas cuestiones propias de quienes escriben la historia oficial no forma parte del catálogo de próceres. Hoy les presentamos la vida de Washington Albornoz.
Washington Albornoz fue un criollo de pura cepa…cabernet sauvignon, aunque tampoco solía hacerle asco a un asado con vino peleón. Todo lo contrario y viceversa.
Llegó a nuestras tierras cargado de ilusiones; traía una valijita con un manto y varias artesanías con las que pretendía lograr su sustento y se encontró con un pueblo revolucionado que quería saber de que se trataba. Era un 25 de mayo de 1810 e inmediatamente abrazó la causa nacional, haciendo alguna diferencia monetaria en base a las artesanías colocadas sobre el manto que desplegó en el suelo de esa plaza que, gracias a él, se convertiría en la plaza de los acontecimientos argentinos. Al parecer, por su impronta vendedora, el Cabildo reaccionó y evitó que la Plaza de Mayo se convirtiera en un Mercado de Pulgas. Surge de los registros que el Cabildo le decomisó toda la mercadería cortándole, incluso, en tiritas su manto, argumentando “denuncias que hemos recibido de vecinos y usuarios de la plaza que no pueden caminar con libertad ni expresarse por este espacio público; además de la inequidad que produciría en perjuicio de los comerciantes que ofrecen sus mercancías en sus locales que están dispuestos hace tiempo y que son los que realmente pagan impuestos.”
El germen independentista comenzaba a fluir por su sangre. Vagó un tiempo en el doble sentido de la palabra (anduvo de un lugar a otro sin saber donde arraigarse y con mucho tiempo ocioso) hasta que decidió sumarse a la gesta libertaria. Convenció al hacendado Anselmo de Urrutia y en el campo que este poseía en Fernández, Santiago del Estero, construyó el bergantín “La Libertaria” que se sumaría a la flota que Guillermo Brown preparaba en Puerto Madryn, en una mirada visionaria, puesta en el Argentino A que disputaría con el tiempo. Sin embargo, el destino le jugó en contra. La imposibilidad de trasladar el bergantín por tierra hasta las aguas del río Paraná lo dejó fuera de la gran victoria que Brown obtuvo al recuperar para la causa nacional la Isla Martín García.
Preocupado, pero más desahuciado porque parte de su tripulación había perecido en el esfuerzo que significó empujar “La Libertaria” y la otra parte desertó por los caminos comunales; nuestro héroe decide jugar su última carta y vista a Lita de Aerolito, la astróloga de una tribu de la zona para que le tire las cartas. Después de treinta minutos recogiendo las cartas de la baraja que Lita arrojó sobre su cara, Washington Albornoz emprendió su caminata hacia el congreso de Tucumán.
De no haber sido por este criollo la Independencia no se hubiera declarado. Los enardecidos debates en el seno del congreso debían ser suspendidos cada tanto por la necesidad de los patriotas de alimentarse, preparándose ellos mismos alguna vitualla. Washington Albornoz que no solo llevaba en su sangre el germen de la independencia, sino también, la esencia del vendedor de baratijas, estableció en la puerta de la Casa de Tucumán un carrito de choripanes, hamburguesas y empanadas, oficiando de bufé nacional y popular con el fin de que los patriotas no se preocuparan por su alimentación y dedicaran todo el tiempo a esa declaración tan importante que debían hacer.
Washington Albornoz, un patriota que merece el reconocimiento de la historia.


lunes, 2 de julio de 2012

LA MEDIATIZACIÓN


Hace algún tiempo atrás un amigo se vio envuelto en un caso de corrupción. Grave, por cierto; no obstante fueron solo rumores y nada de pruebas.
Se dijo, por ese entonces, que personas allegadas a él, mediante maniobras de distracción, introducían bolitas de porcelanas (canicas, para los más chicos que están globalizados) a la ciudad sin formalizar la documentación pertinente ante el organismo de contralor; más sencillo, las metían de contrabando. Se dijo, también, que él, sabiendo de estas maniobras, hacía la vista gorda (nunca entendí que es una vista gorda) y que habría un video que lo compromete. Sus detractores dijeron que no iban a hacer ninguna denuncia ante la justicia porque aquella responde a mí amigo  –o al grupo económico para el que trabaja- y amenazaron con hacer público el video para que la sociedad toda supiera qué clase de bolita maníaco es.
Nunca se supo si mi amigo se había o no corrompido. Nunca hubo denuncia judicial ni se mostró el famoso video.
Esa circunstancia de antaño me llevó a reflexionar este fin de semana y como el blog es mío y yo no soy el General y, por ende, no me cortaron las manos; ni tampoco soy Maradona para que me corten las piernas – aunque aún así podría seguir escribiendo porque tampoco soy Mi Pie Izquierdo, Dios no lo permita-, con mi pluma incisiva voy a sacar algunas conclusiones.
Voy a recurrir a mi formación intelectual y voy a sacar la chapa de Profesor Emérito de la UniversidadEcléctica de Bombal.
Un sujeto social radicalizado se encuentra, se entiende con su par, en la acción de radicalización. No necesita de un discurso. El idioma es el mismo. Tienen la suerte de reconocerse en el apocalipsis institucional.
Por su parte, los sujetos sociales no radicalizados sufren la desgracia de tener que relacionarse a través de las instituciones, con todo lo que esto significa. Un sujeto no radicalizado tiene que hacer el esfuerzo de entender a su par a través de las instituciones y, a través de las mismas, yuxtaponer ideas y construir un discurso civilizado y racional. Tarea dura si las hay (miércoles, les dije que iba a recurrir a mi formación intelectual).
La acción de los radicalizados es simple, sencilla: quién en alguna oportunidad no quiso destruir las instituciones; quién alguna vez no tuvo la idea de que las cosas se pueden hacer por fuera de las instituciones. Entonces, para destruirlas no hace falta poner una bomba o generar una violenta revolución que derive en el cambio pregonado. Basta, simplemente, con el menosprecio a través del monólogo o con la utilización de los medios de comunicación para erosionar el prestigio. De esta manera, el sujeto social radicalizado va horadando el inconsciente colectivo hasta el punto de impregnar con su megalomanía un ideario de destrucción, desconocimiento y anarquía institucional (chupate esa mandarina).
El arma que utiliza el sujeto social radicalizado es la mediatización de su monólogo. No posee discurso porque no posee una construcción racional de su intelecto. Su juego es mediatizar su voz y descargar una batería de sandeces con la intencionalidad de gestionar los resquicios de la ignorancia y apelar a la reacción del instinto (tomate esta).
A propósito y a contrario de lo que todos creemos, etimológicamente mediatizar proviene de mediato e izar y significa: “privar al gobierno de un Estado de su autoridad suprema, que pasa a otro Estado, pero conservando aquel la soberanía nominal”; o también “intervenir dificultando o impidiendo la libertad de acción de una persona o institución en el ejercicio de sus actividades o funciones.”
Pensar que cuando se utilizan los medios de comunicación en lugar de recurrir a la justicia para hacer una denuncia decimos que “se mediatizó el tema”. ¿Qué coincidencia, no?
¿Será que algunos medios ayudan a desestabilizar o son utilizados a tal fin? Las brujas no existen, pero que las hay las hay.
Por eso, amigas, amigos, no nos dejemos confundir con el discurso de los medios hegemónicos (los que conocemos a este muchacho de la historia  sabemos que nunca le gustaron las bolitas de porcelana: para él la pulenta fue siempre la de vidrio pintado.
Hasta la próxima.

lunes, 25 de junio de 2012

STOP: VERDADES MENTIROSAS


-Se acuerda, Golber, de Pendino.

-¡¿Pendino?! El linyera Pendino del barrio República de la Sexta. ¿Cómo no me voy a acordar?
-¡Ese mismo! El otro día pensaba en él. ¡Pobre tipo! Murió sin pena ni gloria.
-Y que pretende, amigo; el linyera muere como linyera, sin pena ni gloria.
-No, Golber. Pendino fue distinto. Fue un precursor; tuvo la mala leche de haber nacido y vivido en el siglo equivocado.
-Bueno. Tampoco es una tragedia histórica. Si mal no recuerdo falleció allá por los noventa del siglo pasado. Si no me equivoco sus últimos días los pasó en la estancia de su hermano y tengo entendido que su hermano lo apreciaba mucho y nunca le hacía faltar nada.
-Por todo eso digo que tuvo mala suerte, Golber.
-Explíquese, amigo, porque no le entiendo un corno y estoy a punto de enviarlo a ese lugar habilitado por la teoríadel derecho humano no escrito.
-No sé cuál es esa teoría, Profesor; pero lo que yo le digo es serio. Escúcheme bien usted que siempre está atento a todas estas cosas…
-Mire –lo interrumpí- que yo no llevo ningún registro de linyeras muertos…
-No sea tonto, Golber. Lo que digo es que Pendino no tuvo suerte con el contexto social/político/histórico/cultural/económico/etc. que le tocó vivir (en realidad no tuvo suerte con nada, el pobre). De alguna manera él se manejó siempre por fuera del sistema: comía cuando tenía hambre (no a las horas indicadas para lastrar); dormía cuando le daba sueño (sin importar si era el día o la noche); jamás un bondi, menos un taxi; nunca le importó la ropa (se vestía con el descarte o con lo que le regalaban los vecinos); si se bañaba lo hacía con agua exclusivamente; nunca un dentífrico, menos un remedio; no tenía radio, televisión (los diarios los leía parado en el kiosco de diarios o algunos varios días después); tanto el carnicero como el verdulero le regalaban mercadería que ellos no podían vender. Y vivía, Golber, vivía…
-Nunca dije lo contrario, mi estimado amigo. Pero sigo sin entender eso del anacronismo del pobre Pendino.
-Sencillo: para quienes lo conocimos, Pendino, era un pobre tipo abandonado a su suerte; nos daba lástima y por eso le dábamos una mano, lo ayudábamos con lo que tuviéramos a nuestro alcance. ¿Quién no lo ha cobijado cuando lo encontró durmiendo en un umbral?
-Pero Pendino tenía su casa que por lo que sé su hermano se encargaba de mantenerla habitable.
-Todos tienen siempre un palenque donde rascarse. A Pendino le gustaba su estilo de vida. Tal vez haya sido una elección voluntaria o quizás haya sido ese tipo de elecciones gremiales donde hay una sola lista. No sé; pero él era feliz y siempre decía que la vida y la naturaleza le proporcionaban todo lo que necesitaba. Sin embargo, nosotros nos acomplejábamos ante él y solo atinábamos a decir: “que increíble, como puede un hombre abandonarse tanto.” Y sabe por qué, Golber.
-Hace una hora que intento decirle que no sé que me quiere decir.
-Golber, Pendino fue linyera porque no se sacó fotos de su estilo de vida, ni tampoco existía facebook para que el mundo lo conociera y conociera su forma de vida. Hoy sería un ilustre, sería un freegano.
-¡Entiendo! Ahora le va poniendo un poco de claridad a su discurso. Usted está reivindicando el linyerismo.
-Yo no. El freeganismo, sí. Aunque tienen ciertas contradicciones. Pendino vivía totalmente fuera del sistema de consumo; es más, me atrevería a decir que el sistema se encargó de dejarlo afuera. Pero estos muchachos basan su linyerismo en las cuentas de facebook y eso, en sí, ¿ya no es una contradicción? Subir tu harapienta vida a tu muro te convierte en freegano, de lo contrario sos el vagabundo de la esquina. Si sos freegano, los medios te hacen una nota; si sos el vagabundo, la cana te mete preso. ¿Entiende, Golber?
-Entiendo perfectamente, pero tampoco es para tomarlo tan a la tremenda. Mire, hace unos días una amiga a la que conozco solamente mediante logaritmos de enlaces a su link me cuenta que en la edad de bronce ya existía un tipo de red social de intercomunicación. Las pinturas rupestres no eran otra cosa que el comentario que se dejaba a los que venían atrás.
No hay nada nuevo bajo el sol, amigo. Solamente hay que saber sacar la paja del trigo.
Un beso en la frente.