En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

martes, 21 de febrero de 2012

POR QUÉ NO NOS DAN PENA LOS PECES

Hoy inicio esto que es muy estresante para mí. El ciberespacio me fue esquivo...en realidad siempre fui yo quién esquivó esta magnifica forma de comunicación. Veremos como me desenvuelvo y espero de ustedes que me vayan guiando.
Les dejo mi primer tema: se puede criticar, se puede repudiar, se puede recomendar. Lo importante es generar un espacio de diálogo y discusión.


Hace muchos, pero muchos años atrás, dominaban los peces. Sí, sí; así como lo leen: dominaban los peces. Y si no me creen lean la Biblia: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26).
Del versículo bíblico se desprende que, si el hombre fue hecho para que ejerza dominio sobre los peces del mar –sin perjuicio del resto de animales que se menciona, que no interesan para este espacio-, es evidente que previo al hombre existieron esos peces como amos y señores del planeta. Por eso había que dominarlos.
Inicialmente el hombre fue adiestrado para discriminar. Que me perdonen los amigos de las distintas derivaciones del dogma judeo-cristiano de la creación; pero Dios, el Supremo Creador, le dio mandato al hombre para discriminar: por algún motivo –vaya uno a saber cuáles eran los vaivenes de poder en aquella época- para Dios los peces de río aparecen como superiores a los de mar, puesto que a estos últimos es aconsejable dominar.
En ese preciso momento histórico nació la lucha de los pescados.
Hay pescados que valen la pena y otros que no; pescados que deben ser sacrificados y otros, en cambio, adorados (un encumbrado personaje de la noche –no voy a dar su nombre- me hizo un pormenorizado análisis de esta valoración al referirse a bagres, viejas del agua y otros especímenes).
Y hay una lucha histórica de pescados caracterizada por la discriminación, el desprecio y la ignorancia de aquellos que son considerados distintos, diferentes y hasta subnormales y, como por lo general, estos últimos –los despreciados, los discriminados- son minorías, resulta fácil su exterminio físico o, hasta incluso y peor, su desaparición moral producto de la ignorancia de su existencia.
¿Y esto, por qué? Yo creo que porque no nos dan pena los peces.
Revisemos: no sangran, o sangran muy poco; no emiten ningún tipo de sonido cuando sufren; o fundamentalmente y quizás este sea el verdadero motivo, no son acariciables ni mueven la cola (salvo algún que otro pescado que más de uno se ha comido en su vida –y en ba jada, también-). Tal vez, por esas razones, dejarlos morir asfixiados, cortar sus cabezas, abrirlos por la mitad, meterlos vivos en agua hirviendo o matarlos de un mordiscón, no parezcan actos tan crueles y desalmados.
A nadie se le ocurre decir "¡Ay... pobre pescadito, se está muriendo!" Están condenados a sufrir y a morir en silencio.
Es el mandato divino de dominar a los peces de mar, no los de río.
Pero de apoco comenzaron a surgir voces acuáticas reivindicando a esas minorías mojadas condenadas desde la misma creación. ¿Cuál es la diferencia entre un pez de mar y uno de río? ¿Hay diferencias? ¿Porqué se decidió que a unos hay que dominarlos y a otros no? Y se llegó más lejos (tan lejos como se pueda llega-ar [léase con tono musical según los Cadillacs]) y las minorías marítimas alzaron su voz y empezaron a discutir diversidad y pluralidad de especies; multiculturalismo acuícola. Sin embargo el reconocimiento aún no es pleno, falta mucho por conquistar, y la lucha es desigual pero algo es algo.
Es fácil sentirse pescado o hacer sentir a otro como un pescado, nada más porque es un animalito que no da lástima.
Pero llega este espacio cultural abierto a todos los que somos pescados. Para reivindicarnos y reconocernos. Para juntarnos los de mar, los de río, los de laguna e incluso los de estanques y zanjas. Para dejar de sentirnos un pescado y dejar de tratar a los demás como pescado.
Si nos fijamos a nuestro alrededor, esta historia discriminatoria sobre los peces de mar la vamos a encontrar en muchos grupos minoritarios que intentan sobrevivir ante la cruel dominación de otros grupos hegemonizantes, que por imperio divino (Génesis 1:26) resultan dueños de la verdad; que, como revelada que es, se debe aceptar sin discusión.
De hecho este espacio cultural de discusión resulta una subversión de ese modelo dominador. La lógica –y algunos antecedentes históricos- indica que subvertido el orden, el nuevo orden puede pecar en igual sentido que el anterior. Encontrar el equilibrio y evitar las redes del gran pescador es el desafío.
No nos olvidemos que ninguno de nosotros está ajeno a ser discriminado, simplemente porque todos somos pescados y los peces no le dan lástima a nadie.
el Prof. Golber, y sean bienvenidos

2 comentarios:

  1. Una buena entrada. Iremos aprendiendo a manejar cada día el sistema para publicar lo que sabemos hacer.

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    1. Gracias Orlov por el comentario. Esa es la idea: que cada lector publique y comente lo que crea y de esa manera generar el debate. Un abrazo

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