En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

viernes, 2 de marzo de 2012

CHARLAS DE CAFÉ


Donde la humanidad tiene sus orígenes

La mesa de café, ese claustro de la Universidad de la Calle que ha graduado excelsos pensadores; poetas de sensibilidad profunda; tahúres del amor y vendedores de estampitas.



Ese lugar abierto a las grandes discusiones filosóficas (donde se produjo el desenmascaramiento de Platón como el primero en utilizar la técnica de cortar y pegar); ese espacio desde donde se han armado las mejores selecciones de fútbol (aunque nunca la AFA le prestó atención); ese reducto íntimo que ha dado los mejores ministros de economía (que nunca pudieron ejercer su ministerio más allá del pocillo de café) y  por qué no, ese mundo minimalista donde la mujer es objeto de veneración y reduccionismo, pero por sobre todas las cosas, de deseo.
Siempre fui de la idea que la mesa de café debe ser una política de estado, aunque no llego al extremo del Bocha Forgués que proponía la creación de un Ministerio de Bares, Tabernas y Afines. Pero si una obligación, como el ir a votar; desde los 18 años y hasta los 70 años debe ser obligación para todo hombre reunirse, al menos una vez a la semana, con sus pares en una mesa de café (en épocas de voto igualitario y para evitar ser denunciado por discriminación, esta obligación se podría extender a las mujeres, pero como ámbito de reunión la peluquería). Así uno puede descargar tensiones, compartir éxitos, mancomunarse en esa desilusión por la derrota del equipo de los amores y volver a casa descargado, libre de toda angustia y saborear sin rencor el guiso con poco condimento que la patrona preparó (sepan las mujeres que un guiso con poco condimento si no lleva al matrimonicidio como medida extrema, es causal de nulidad del matrimonio).
Y bueno, así la cosa, volví a la mesa de café buscando a los viejos partisanos del bagaje cultural ciudadano. Como mi amigo Polo para quién el año ya está perdido cuando febrero entra en sus últimos días; o el flaco Aureliano (del que nunca supimos su apellido pero lo bautizamos Buendía como el coronel de Cien años de soledad, por su educación y amabilidad que siempre lo llevaba a saludar con un “buen día” sin importarle si se trataba del día, la tarde o la noche) que descubrió a partir de una agudizada técnica auditiva que son diferentes el taconeo de una mujer biológica al de otra por género e intenta vender sus conocimientos a éstas últimas para que logren un mayor grado de expresión corporal femenina. Reencontrarme, también, con el profesor Autunez, quién sostiene que es muy difícil para la mujer sobrellevar su belleza natural y que es nuestra obligación hacerle más liviana esa carga mediante la delicadeza del piropo idílico (suponemos que su altruismo don juanesco es un escapismo a su mal agraciada figura).
Eso es lo que tiene la mesa de café y por lo que no debemos perderla. Es esa filosofía barata y zapatos de goma que nos hace ver la vida con ojos diferentes; que nos permite encontrar la respuesta adecuada a cada interrogatorio existencial.  Porque, créanlo o no, ese adminículo de madera, cuadrado, con cuatro patas, es el confesionario secular de nuestra era y es en donde no falta aquel, que como el petiso Gómez o Gomecito para no ser tan hiriente, hace las veces de párroco civil que te escucha y te da una palabra de ayuda, de aliento; aunque Gómez no se caracterice por ser profundo y mucho menos sutil (el manco lo apodamos por su falta de tacto).
Y si, volví a la mesa de café con la expectativa del reencuentro con esos filántropos intelectuales…pero me encontré solamente con el sordo Gutiérrez.
--Los demás vienen muy poco y de vez en cuando, me dijo y continuó en un tono amargado, es que las cosas cambiaron, Golber, ya no es como antes. Fíjese, mire el mobiliario, esto parece más una casa de decoraciones que un bar; hasta las picadas nos llevaron, ahora son tablas, vio, tabla de frutos del mar, tabla de fiambres patagónicos, tabla la doncella escondida y que se yo. Ni fumar podemos. Sin ir más lejos, el otro día cuando Gomecito le decía al tordo Martorello que debía fundar la defensa del Ricardito en que el Gitano ese se lo merecía por ser un hijo de puta, vino el mozo y le pidió que no hablara más en esos términos porque a las señoras de al lado les molestaba. ¿Y qué tenían que hacer esas señoras en el bar, pregunto yo?, me dijo indignado. Pero está bien, se auto respondió. Es culpa nuestra. Le dimos la llave de la camioneta; las dejamos entrar a las canchas de fútbol y ahora, hasta de fútbol hablan; nos están robando el patriarcado del asado y ya ni nos consultan que corte de carne deben comprar. De todo eso a desalojarnos del bar quedaba muy poco tiempo. ¿Sabe que, Golber? Son todas unas crusti.
A pesar de la angustiante realidad que me pintó el sordo Gutiérrez volví contento a mi casa porque me traje una nueva máxima ciudadana: las mujeres son todas unas crusti, por crustáceo, vieron, animales artrópodos de respiración branquial, con dos pares de antenas, cubiertos por un caparazón generalmente calcificado, y que tienen un número variable de apéndices. En criollo, animales de concha dura.



4 comentarios:

  1. Le cuento Golber que como fémina rosarina y repatriada en estas tierras fueguinas, extraño el café (a veces ristretto a veces quemado) del bar de la esquina de mi casa natal, pero más extraño compartirlo con mis dos amigas del alma, que lejos de ser una charla de peluquería siempre fue ese punto de encuentro filosófico existencial para una buena catarsis. Le diculpo la misoginia extrema y considerándome un animal conchudo jamás duro, déjeme con un buen café y un atado de marlboro antes que una cena gourmet. Siga así y recordemos al negro Fontanarrosa que su alma recorre tanto el viejo Cairo como La Sede.

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  2. Mi querida amiga. De eso se trata este Ciclo Charlas de Café: como bien usted lo dice, ese "punto de encuentro filosófico existencial para una buena catarsis". Y baya si se hace catarsis. Pero no se confunda, no soy misógino. En una próxima Carlas de Café haremos un reconto de algunas idioteces de los hombres.

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    1. me encantara tomarme un cafe contigo profesor golber y oir un buen recuento de esas muchas estupideces de los hombres, espero la invitacion, saludos y besos--- Carmen

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    2. Carmen, hay una idiología suburbana que los hombres solemos desarrollar. Será un placer contártela. En Charlas de Café, Quinta Entrega, encontrarás una visibilidad mayor de nuestras estupideces. Tomo la posta y el café está invitado.

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