En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

lunes, 25 de junio de 2012

STOP: VERDADES MENTIROSAS


-Se acuerda, Golber, de Pendino.

-¡¿Pendino?! El linyera Pendino del barrio República de la Sexta. ¿Cómo no me voy a acordar?
-¡Ese mismo! El otro día pensaba en él. ¡Pobre tipo! Murió sin pena ni gloria.
-Y que pretende, amigo; el linyera muere como linyera, sin pena ni gloria.
-No, Golber. Pendino fue distinto. Fue un precursor; tuvo la mala leche de haber nacido y vivido en el siglo equivocado.
-Bueno. Tampoco es una tragedia histórica. Si mal no recuerdo falleció allá por los noventa del siglo pasado. Si no me equivoco sus últimos días los pasó en la estancia de su hermano y tengo entendido que su hermano lo apreciaba mucho y nunca le hacía faltar nada.
-Por todo eso digo que tuvo mala suerte, Golber.
-Explíquese, amigo, porque no le entiendo un corno y estoy a punto de enviarlo a ese lugar habilitado por la teoríadel derecho humano no escrito.
-No sé cuál es esa teoría, Profesor; pero lo que yo le digo es serio. Escúcheme bien usted que siempre está atento a todas estas cosas…
-Mire –lo interrumpí- que yo no llevo ningún registro de linyeras muertos…
-No sea tonto, Golber. Lo que digo es que Pendino no tuvo suerte con el contexto social/político/histórico/cultural/económico/etc. que le tocó vivir (en realidad no tuvo suerte con nada, el pobre). De alguna manera él se manejó siempre por fuera del sistema: comía cuando tenía hambre (no a las horas indicadas para lastrar); dormía cuando le daba sueño (sin importar si era el día o la noche); jamás un bondi, menos un taxi; nunca le importó la ropa (se vestía con el descarte o con lo que le regalaban los vecinos); si se bañaba lo hacía con agua exclusivamente; nunca un dentífrico, menos un remedio; no tenía radio, televisión (los diarios los leía parado en el kiosco de diarios o algunos varios días después); tanto el carnicero como el verdulero le regalaban mercadería que ellos no podían vender. Y vivía, Golber, vivía…
-Nunca dije lo contrario, mi estimado amigo. Pero sigo sin entender eso del anacronismo del pobre Pendino.
-Sencillo: para quienes lo conocimos, Pendino, era un pobre tipo abandonado a su suerte; nos daba lástima y por eso le dábamos una mano, lo ayudábamos con lo que tuviéramos a nuestro alcance. ¿Quién no lo ha cobijado cuando lo encontró durmiendo en un umbral?
-Pero Pendino tenía su casa que por lo que sé su hermano se encargaba de mantenerla habitable.
-Todos tienen siempre un palenque donde rascarse. A Pendino le gustaba su estilo de vida. Tal vez haya sido una elección voluntaria o quizás haya sido ese tipo de elecciones gremiales donde hay una sola lista. No sé; pero él era feliz y siempre decía que la vida y la naturaleza le proporcionaban todo lo que necesitaba. Sin embargo, nosotros nos acomplejábamos ante él y solo atinábamos a decir: “que increíble, como puede un hombre abandonarse tanto.” Y sabe por qué, Golber.
-Hace una hora que intento decirle que no sé que me quiere decir.
-Golber, Pendino fue linyera porque no se sacó fotos de su estilo de vida, ni tampoco existía facebook para que el mundo lo conociera y conociera su forma de vida. Hoy sería un ilustre, sería un freegano.
-¡Entiendo! Ahora le va poniendo un poco de claridad a su discurso. Usted está reivindicando el linyerismo.
-Yo no. El freeganismo, sí. Aunque tienen ciertas contradicciones. Pendino vivía totalmente fuera del sistema de consumo; es más, me atrevería a decir que el sistema se encargó de dejarlo afuera. Pero estos muchachos basan su linyerismo en las cuentas de facebook y eso, en sí, ¿ya no es una contradicción? Subir tu harapienta vida a tu muro te convierte en freegano, de lo contrario sos el vagabundo de la esquina. Si sos freegano, los medios te hacen una nota; si sos el vagabundo, la cana te mete preso. ¿Entiende, Golber?
-Entiendo perfectamente, pero tampoco es para tomarlo tan a la tremenda. Mire, hace unos días una amiga a la que conozco solamente mediante logaritmos de enlaces a su link me cuenta que en la edad de bronce ya existía un tipo de red social de intercomunicación. Las pinturas rupestres no eran otra cosa que el comentario que se dejaba a los que venían atrás.
No hay nada nuevo bajo el sol, amigo. Solamente hay que saber sacar la paja del trigo.
Un beso en la frente.


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