En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

martes, 10 de julio de 2012

WASHINGTON ALBORNOZ


Comenzamos a transitar el mes de la Independencia. El país cumple este 9 de julio 196 años libre y soberano (agarrámela con la mano, gritan a coro varias multinacionales).
Superado el mal momento ante los cánticos maleducados de las insurrectas multinacionales, vamos a dedicar este espacio a aquellos hombres de bien que hicieron posible aquella utopía –hoy nuestra realidad- de una nación independiente.
Vamos a rescatar de los oscuros laberintos del tiempo a esos personajes que han dejado huellas imborrables en nuestra historia política; que con su accionar abrieron el paso hacia nuestra dignidad soberana; pero que por esas cuestiones propias de quienes escriben la historia oficial no forma parte del catálogo de próceres. Hoy les presentamos la vida de Washington Albornoz.
Washington Albornoz fue un criollo de pura cepa…cabernet sauvignon, aunque tampoco solía hacerle asco a un asado con vino peleón. Todo lo contrario y viceversa.
Llegó a nuestras tierras cargado de ilusiones; traía una valijita con un manto y varias artesanías con las que pretendía lograr su sustento y se encontró con un pueblo revolucionado que quería saber de que se trataba. Era un 25 de mayo de 1810 e inmediatamente abrazó la causa nacional, haciendo alguna diferencia monetaria en base a las artesanías colocadas sobre el manto que desplegó en el suelo de esa plaza que, gracias a él, se convertiría en la plaza de los acontecimientos argentinos. Al parecer, por su impronta vendedora, el Cabildo reaccionó y evitó que la Plaza de Mayo se convirtiera en un Mercado de Pulgas. Surge de los registros que el Cabildo le decomisó toda la mercadería cortándole, incluso, en tiritas su manto, argumentando “denuncias que hemos recibido de vecinos y usuarios de la plaza que no pueden caminar con libertad ni expresarse por este espacio público; además de la inequidad que produciría en perjuicio de los comerciantes que ofrecen sus mercancías en sus locales que están dispuestos hace tiempo y que son los que realmente pagan impuestos.”
El germen independentista comenzaba a fluir por su sangre. Vagó un tiempo en el doble sentido de la palabra (anduvo de un lugar a otro sin saber donde arraigarse y con mucho tiempo ocioso) hasta que decidió sumarse a la gesta libertaria. Convenció al hacendado Anselmo de Urrutia y en el campo que este poseía en Fernández, Santiago del Estero, construyó el bergantín “La Libertaria” que se sumaría a la flota que Guillermo Brown preparaba en Puerto Madryn, en una mirada visionaria, puesta en el Argentino A que disputaría con el tiempo. Sin embargo, el destino le jugó en contra. La imposibilidad de trasladar el bergantín por tierra hasta las aguas del río Paraná lo dejó fuera de la gran victoria que Brown obtuvo al recuperar para la causa nacional la Isla Martín García.
Preocupado, pero más desahuciado porque parte de su tripulación había perecido en el esfuerzo que significó empujar “La Libertaria” y la otra parte desertó por los caminos comunales; nuestro héroe decide jugar su última carta y vista a Lita de Aerolito, la astróloga de una tribu de la zona para que le tire las cartas. Después de treinta minutos recogiendo las cartas de la baraja que Lita arrojó sobre su cara, Washington Albornoz emprendió su caminata hacia el congreso de Tucumán.
De no haber sido por este criollo la Independencia no se hubiera declarado. Los enardecidos debates en el seno del congreso debían ser suspendidos cada tanto por la necesidad de los patriotas de alimentarse, preparándose ellos mismos alguna vitualla. Washington Albornoz que no solo llevaba en su sangre el germen de la independencia, sino también, la esencia del vendedor de baratijas, estableció en la puerta de la Casa de Tucumán un carrito de choripanes, hamburguesas y empanadas, oficiando de bufé nacional y popular con el fin de que los patriotas no se preocuparan por su alimentación y dedicaran todo el tiempo a esa declaración tan importante que debían hacer.
Washington Albornoz, un patriota que merece el reconocimiento de la historia.


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